
El Ejecutivo decidió renovar a los gobernadores en cinco provincias del país, en lo que parece ser una movida estratégica para reforzar el control político y territorial en medio de un escenario nacional marcado por tensiones de seguridad, protestas sociales intermitentes y una evidente reconfiguración del mapa de poder local.
Los cambios se produjeron en Azuay, Los Ríos, Imbabura, Santa Elena y se enmarcan en una política de recambio de figuras que, al parecer, no han logrado consolidar el liderazgo territorial esperado.
¿Quiénes salen y quiénes llegan?
- En Azuay, sale Luis Santiago Malo González y asume Xavier Eduardo Bermúdez López, en un contexto donde el oficialismo busca afianzar su presencia en una provincia con una ciudadanía crítica y activa.
- En Los Ríos, deja el cargo Javier Fernando Buitrón Flores, y llega Edwin Ocampo Vivanco, un cambio clave en una de las provincias con mayor conflictividad por el avance del crimen organizado.
- En Imbabura, la salida de Juan Sebastián Echeverría Penagos da paso a Leonardo Israel Cabezas González, en una región con fuerte presencia indígena, donde los equilibrios políticos son delicados.
- En Santa Elena, el reemplazo de Gilberto Aurelio Pino Herrera por Xavier Gustavo Negrete Saenz llama la atención, sobre todo porque esta provincia será sede de la nueva cárcel de máxima seguridad que el Gobierno pretende inaugurar a finales de 2025.
¿Qué implica este reordenamiento?
Aunque no se han dado razones oficiales, los cambios revelan un intento del Gobierno por oxigenar su representación en territorios complejos. También podrían responder a disputas internas o falta de resultados visibles en el manejo de crisis locales.
En el fondo, se trata de una jugada de reposicionamiento territorial: renovar operadores políticos locales para sostener la gobernabilidad, anticiparse a posibles brotes de descontento y, quizá, fortalecer el aparato del oficialismo con miras a nuevos ciclos electorales.