Periodismo Ecuador – En medio de un país nuevamente paralizado por un paro nacional, la voz que se levanta para pedir cordura no es la de los políticos, ni la de los gremios, sino la de la Iglesia católica. El cardenal Luis Cabrera, arzobispo de Guayaquil y presidente de la Conferencia Episcopal Ecuatoriana (CEE), recordó que ya en 2019 y 2022 fueron los obispos quienes pusieron la mesa de diálogo cuando Gobierno y movimientos sociales estaban a punto de incendiarlo todo.
“Sería interesante que las partes, en este caso el Gobierno del señor Daniel Noboa y los movimientos sociales, retomaran los acuerdos alcanzados en los diálogos del 2022”, señaló Cabrera, con la calma que muchos funcionarios públicos parecen haber olvidado.
Los fantasmas del pasado
En 2019, el paro contra la eliminación de subsidios a los combustibles terminó después de 11 días y solo tras la mediación de la Iglesia y la ONU. En 2022, con 18 días de bloqueos, fue nuevamente la Conferencia Episcopal la que logró que Gobierno y Conaie firmaran un acta de paz y armaran mesas técnicas sobre subsidios.
Esos acuerdos —especialmente la famosa focalización del diésel que nunca se cumplió— hoy vuelven como fantasma en la coyuntura actual. Cabrera advierte que ignorarlos es echarle gasolina al conflicto: “El cumplimiento de lo pactado sería una gran señal de confianza, que ayude a prevenir nuevas confrontaciones”.
La Iglesia no es política… pero media
El cardenal aclara que la Iglesia no pretende hacer de economista ni de político, sino de “puente”. Y aunque reconoce que la mediación solo es posible si ambas partes la piden, insiste en que lo importante ahora es pensar en la mayoría de ecuatorianos que viven la pobreza todos los días, no en cálculos electorales ni en discursos inflamados.
“Seguiremos llamando a la paz y al diálogo. La violencia no es el camino. No hay que echar más leña al fuego”, sentencia Cabrera, en un mensaje que suena obvio, pero que en Ecuador parece ciencia ficción.
¿Mediadores otra vez?
Aunque la Conferencia Episcopal no descarta asumir otra vez el papel de árbitro, Cabrera aclara que primero deben agotar sus intentos otras instituciones nacionales e internacionales. Aun así, deja la puerta abierta: “Si después de todas las instancias ven que aún la Iglesia puede colaborar, de nuestra parte siempre estamos dispuestos”.
Mientras tanto, los bloqueos y enfrentamientos ya se han hecho sentir en provincias como Imbabura. Y con la Conaie y otros sectores sociales reunidos en el Parlamento de los Pueblos, el paro podría extenderse. La pregunta es si alguien en Carondelet o en la dirigencia indígena escuchará esa invitación a volver sobre lo acordado en 2022.
En un país donde repetir los errores se ha convertido en política pública, la propuesta del cardenal suena casi revolucionaria: cumplir lo que ya se firmó.








