
La reciente declaración de Claudia Sheinbaum, presidenta electa de México, ha causado indignación en amplios sectores del Ecuador. En lugar de actuar como estadista, Sheinbaum se ha posicionado como vocera de la agenda ideológica del Grupo de Puebla, priorizando el relato político sobre los principios de la diplomacia internacional.
“Nosotros no tenemos relaciones con Ecuador ni vamos a seguir teniendo mientras Daniel Noboa ejerza el cargo de presidente… Fue muy dudoso su triunfo, incluso lo dice la OEA”, declaró Sheinbaum, dejando claro su desprecio por la soberanía ecuatoriana y por un proceso electoral avalado por organismos internacionales, incluida la propia Organización de Estados Americanos (OEA).
México: ¿Diplomacia o militancia?
Con estas palabras, México no solo persiste en la ruptura diplomática, sino que politiza abiertamente un hecho delictivo: la fuga de Jorge Glas, sentenciado por corrupción en Ecuador, quien fue resguardado ilegalmente en la embajada mexicana en Quito y luego sacado del país en un operativo sin autorización del Estado ecuatoriano.
Lejos de condenar la protección a un prófugo, el gobierno mexicano se victimizó, rompió relaciones y ahora justifica su postura con un discurso electoralista, alineado con los intereses del correísmo, derrotado democráticamente en las urnas el pasado 21 de abril.
Una historia de maltratos diplomáticos
Las tensiones con México no comenzaron con el caso Glas. Durante el gobierno de Andrés Manuel López Obrador, Ecuador fue marginado del ingreso a la Alianza del Pacífico, a pesar de las gestiones personales del expresidente Guillermo Lasso. La constante ha sido el desdén político del Palacio Nacional mexicano hacia Quito, especialmente cuando Ecuador se aleja de los proyectos del socialismo del siglo XXI.
Ecuador no se arrodilla ante la arrogancia
Desde Periodismo Ecuador, reafirmamos que la soberanía no se negocia y que los principios de justicia y legalidad deben estar por encima de alianzas ideológicas. La reacción de Claudia Sheinbaum, lejos de mostrar liderazgo diplomático, ratifica su alineación con una agenda marcada por la impunidad, la negación del Estado de derecho y el desconocimiento de las instituciones ecuatorianas.
México ha dejado de ser un faro diplomático en América Latina. Hoy, su política exterior parece secuestrada por el revanchismo ideológico y la fidelidad a redes políticas como el Grupo de Puebla.