La Revolución Ciudadana —sí, ese movimiento que alguna vez parecía un bloque de titanio— hoy luce más bien como un rompecabezas mojado. A pocos meses de arrancar la precampaña para las seccionales de 2027, el correísmo atraviesa una de las etapas más críticas desde su nacimiento en 2006. Y no lo dice la oposición: lo evidencia su propia implosión interna.
El desgaste es total. Las pugnas, las indirectas públicas, los liderazgos que ya no inspiran ni empujan, la desconexión entre buró y bases, y un desfile de escándalos, investigaciones y renuncias han dejado al movimiento en un estado de fatiga política que, según varios analistas, podría impactar directamente en su capacidad de competir territorialmente.
Liderazgos ausentes… o ausentes del país
La crisis no es solo de formas, sino de figuras. Muchos de los rostros más fuertes del correísmo ya no están donde deberían estar: Jorge Glas preso por múltiples casos, Rafael Correa prófugo por el caso Sobornos, y otros líderes asilados en México desde 2020. Con ese panorama, encontrar renovación se ha vuelto misión imposible.
A eso se suma la tensa gestión de Luisa González como presidenta del movimiento. Sus decisiones centralizadas desde el buró político han generado choques con figuras fuertes del territorio. Y claro, cuando la cúpula empuja sin consultar, el territorio suele responder.
Los choques públicos: Aguiñaga vs. González y Aquiles Álvarez marcando distancia
Dos de los episodios más ruidosos han sido los de la prefecta del Guayas, Marcela Aguiñaga, y el alcalde de Guayaquil, Aquiles Álvarez, quienes no se han guardado nada.
González insinuó que ambos no deberían ser candidatos en 2027. Aguiñaga respondió sin pestañear: irá a la reelección con bandera correísta. Punto.
Álvarez fue más frontal: pidió a González “tranquilizarse” porque, según él, genera rechazo interno. El crack de la diplomacia política.
Mientras tanto, RETO —aliado ocasional del correísmo— juega un papel más pragmático y menos emocional: “Si se alinea al proyecto social, podemos volver a trabajar juntos”, dijo el legislador Raúl Chávez, dejando la puerta entreabierta… pero solo un poquito.
Un liderazgo a punto de cerrar ciclo
Desde adentro, las voces reconocen que el liderazgo de Luisa González ya no tiene la misma fuerza. Héctor Rodríguez, asambleísta de la RC, lo dijo sin anestesia: González está en un “momento de cierre de ciclo”. Y aunque trató de matizar destacando la diversidad de liderazgos dentro del movimiento, la frase quedó flotando como un diagnóstico clínico.
Paola Pabón, Pabel Muñoz, Viviana Veloz, Ricardo Patiño y otros referentes ya no esperan señales desde el buró: están haciendo política por su cuenta, como si la coordinación nacional fuera opcional.
La carta que encendió la pólvora
El punto más caliente llegó con la famosa carta del 28 de julio de 2025. En ella, cinco prefectos y alcaldes correístas —entre ellos Pabón, Aguiñaga, Muñoz y Orlando— le pidieron a Correa una renovación profunda. “El liderazgo ha perdido el rumbo”, decían. El documento fue una bomba que reveló oficialmente lo que ya era evidente: el movimiento está fracturado.
Tras la carta, las tensiones se dispararon. La derrota de Luisa González en abril ya había dejado heridas abiertas. Y el éxodo parlamentario solo empeoró la situación.
Asamblea en caída libre
El bloque legislativo también se desmorona. De 67 asambleístas, la RC ahora tiene 62. Y la lista de bajas es un poema:
- Renuncias por discrepancias.
- Expulsiones por votar con el Gobierno.
- Un caso de presunto abuso sexual.
- Rupturas directas con la dirigencia.
Es decir, la bancada más grande terminó sin margen de maniobra ni capacidad de negociación efectiva.
¿Y ahora qué?
El correísmo enfrenta 2026 con una convención nacional que promete más fuego que cohesión. En enero deberán elegir nuevas autoridades y definir candidaturas locales. Pero, con un movimiento dividido, liderazgos en disputa y figuras claves fuera del juego, el reto será enorme.
Un correísmo cohesionado, disciplinado y ganador es ahora una postal del pasado. El presente es mucho más desordenado, incómodo y frágil.
Lo que queda por ver —y ahí está el verdadero punto político— es si la RC logra recomponerse o si 2027 será el año en que su estructura territorial finalmente pase factura al desgaste acumulado.








