
QUITO | Periodismo Ecuador – El presidente Daniel Noboa, en su ya clásica forma de gobernar a golpe de titular, propuso una reforma constitucional para aplicar castración química a violadores. Sí, leyó bien. Nada de solo cárcel. Ahora también una dosis de “hormonas de la justicia”.
En palabras textuales: “Los violadores merecen la castración química y pagar con cárcel”. Y lo dijo como quien receta paracetamol. El anuncio, publicado con tono épico en redes sociales, llega justo cuando uno de los escándalos políticos más recientes involucra a un legislador denunciado por abuso sexual.
🧪 ¿Qué es la castración química?
No es una cirugía, sino un tratamiento con medicamentos (antiandrógenos) que reduce la testosterona y, con ello, la libido. Se usa en varios países para frenar la reincidencia de agresores sexuales, pero siempre con acompañamiento psicológico y seguimiento médico. Y sí, es reversible. No convierte a nadie en santo ni lo borra del registro penal.
🧠 ¿Funciona?
Aquí las cosas se ponen turbias. Algunos estudios dicen que puede funcionar siempre y cuando haya una intervención psicológica seria. Pero la ciencia también advierte que no es una varita mágica: muchos agresores no actúan solo por deseo sexual, sino por violencia, poder o control. O sea, el problema está en la cabeza, no solo en la entrepierna.
🌎 ¿Y en otros países?
La medida se aplica en Corea del Sur, Polonia, Rusia, Indonesia y varios estados de EE. UU. En algunos es obligatoria, en otros, voluntaria. Pero en todos genera debate: ¿es castigo o tratamiento? ¿Justicia o populismo punitivo?
📋 ¿Qué más propone la reforma?
- Crear un registro reservado de violadores condenados.
- Prohibir que trabajen con niñas, niños o adolescentes.
- Aplicar la castración como complemento de la pena de cárcel, no como sustituto.
Todo eso está en un proyecto de reforma constitucional que, como dicta el manual democrático, deberá pasar por la Corte Constitucional y luego por la Asamblea. Spoiler: ahí es donde suelen morir estas ideas con marketing de campaña.
🎯 ¿Y esto resuelve algo?
La propuesta puede sonar fuerte, pero en un país con impunidad rampante, revictimización institucional y juicios que demoran años, la castración química parece más un titular que una solución. Mientras tanto, el sistema judicial sigue sin proteger a las víctimas ni garantizar reparaciones.