Ecuador atraviesa una de las crisis energéticas más severas en su historia reciente. La sequía, implacable y prolongada, ha desnudado nuestra dependencia casi absoluta de las fuentes hidroeléctricas, dejando al país a oscuras hasta 14 horas diarias. A esto se suma el inicio de cortes de agua, un golpe doble a la vida cotidiana y a la productividad nacional. Sin embargo, en lugar de resignarse, los ecuatorianos han hecho gala de su capacidad de reinvención, transformando la adversidad en una oportunidad para prosperar.
En las calles, los negocios y los hogares, las soluciones creativas abundan. Panaderos que cocinan al calor de hornos de leña, pequeños emprendedores ofreciendo generadores portátiles como si fueran el último grito de la moda tecnológica, y vecinos que comparten velas, agua o un enchufe alimentado por energía solar. Es como si la crisis, en lugar de apagar el espíritu ecuatoriano, lo hubiera encendido con más fuerza.
Además, hay quienes han encontrado en esta situación una oportunidad de negocio. La venta de generadores eléctricos ha experimentado un auge sin precedentes, al igual que los proyectos que buscan diversificar las fuentes de energía. Emprendedores e innovadores han comenzado a explorar alternativas como la energía solar, eólica e incluso propuestas más futuristas, como la generación a partir de residuos orgánicos.
Por otro lado, esta crisis ha obligado a las instituciones públicas y privadas a replantearse sus estrategias a largo plazo. La lección es clara: ya no podemos depender exclusivamente de la hidroenergía. Proyectos pensados en fuentes de energía diversificadas no solo son una opción, sino una necesidad imperativa. Este es el momento para que Ecuador invierta en una matriz energética que no dependa del capricho del clima, sino de un enfoque sustentable y visionario.
Aunque las velas sigan iluminando muchos hogares y el sonido de los generadores se haya convertido en la banda sonora de las noches ecuatorianas, la resiliencia y la capacidad de adaptación de nuestro pueblo son la verdadera luz que nos guía. Esta crisis no solo nos deja a oscuras; nos ilumina con nuevas perspectivas. Tal vez no podamos controlar la sequía, pero sí podemos construir un futuro más fuerte, menos dependiente y, sobre todo, más brillante.
Porque en Ecuador, incluso en medio de la penumbra, seguimos brillando.
David Lema Burgos